Esta comunicación fue presentada por David Mateo director de Artcrónica, en los Archivos Departamentales de Martinica, con motivo del encuentro « Revues en Vue » que tuvo lugar en octubre de 2012
Intervención de David Mateo, Director de Artcrónica
Pensar el arte desde el ejercicio editorial
Desde que comencé mi labor como crítico de arte y curador a inicios de la década del noventa hasta la fecha, he podido comprobar cómo han ido perdiendo espacio en los diarios y las revistas el análisis y el pensamiento crítico en torno a las artes plásticas. Esos indicios -que luego se convirtieron en certezas- comencé a reconocerlos primero dentro de mi propio país, Cuba, y poco a poco los fui constatando en algunos territorios de América y el Caribe, en la medida que mi actividad como especialista se iba ampliando hacia otros horizontes y contextos.
Durante la década del noventa en Cuba experimentamos un recrudecimiento de la crisis económica, y entramos en lo que se denominó “período especial”. Esa situación llevó a límites extremos las carencias y necesidades cotidianas, y afectó todas las esferas de la vida social y cultural, y -como es lógico- deprimió fuertemente la actividad editorial. Una ausencia total de soportes promocionales y medios para la documentación de las principales manifestaciones y tendencias, y para el registro de las exposiciones individuales y colectivas imperó en el terreno de las artes plásticas durante ese periodo. A ello se sumó el fenómeno de la emigración. Muchos artistas y especialistas se fueron a vivir a países de América Latina, Europa y los Estados Unidos, una buena parte de ellos sin retorno. Todas estas distancias y ausencias perjudicaron por un lapso de tiempo la producción artística y el pensamiento crítico, pues con la emigración se alejaron algunas figuras emblemáticas que habían desarrollado con éxito su carrera en estos campos. Para el contexto cultural tuvo un gran impacto, pues apenas unos años atrás, en la etapa comprendida entre finales de la década del 70 y mediados de los ochenta, habíamos sido uno de los países de América y el Caribe con más influencia en la producción conceptual y el ámbito de las reflexiones teóricas. La Bienal de La Habana, por ejemplo, había sido uno de los acontecimientos que más contribuyó a la consolidó de esa trascendencia y protagonismo.
La revista manufacturada Loquevenga fue una iniciativa editorial que emprendimos a inicios de los 90 los artistas Ernesto Leal, Manuel López Oliva y yo para compensar en alguna medida esa precariedad en la actividad documental y el análisis dentro del quehacer de las artes visuales. Loquevenga es una frese popular que se utiliza con bastante frecuencia en Cuba y que denota resignación o tolerancia hacia una condición de precariedad material e incertidumbre de perspectiva, pero al mismo tiempo refleja una disposición a hacer frente, a sobreponerse de cualquier manera a tal condición. Por eso pensamos que no había mejor denominación para adjudicarle a nuestra revista, que se hacía con todo tipo de recursos materiales al alcance y donaciones. Loquevenga, proyecto de una desenfadada, y a veces anárquica concepción gráfica, fue una publicación en la que estuvimos trabajando por un periodo aproximado de dos años, al que consagramos tiempo y considerables esfuerzos. Se editaron tres números, aunque se hicieron públicos solo dos, el tercero fue censurado una vez que lo concluimos, no por su contenido en si sino porque era una propuesta editorial independiente, desconectada de los mecanismos institucionales, una especie de “electrón libre”. Cada edición tenía una tirada de 1,200 ejemplares aproximadamente y empleamos métodos tradicionales como el daguerrotipo, la composición en caja, el linotipo y la impresión directa. Su magnífica aceptación entre creadores, especialistas, estudiantes y aficionados, fue la evidencia rotunda de que la necesidad de diálogo, el intercambio de ideas, y el afán de comunicación estaban latente en el trasfondo artístico cubano, en la voluntad de las nuevas generaciones de creadores que venían surgiendo en el ISA, la Academia de San Alejandro, la Facultad de Historia del Arte, y entre los artistas que aún permanecían en el país.
Cuando se comienzan a recuperar algunos sectores de la economía y se retoma el ejercicio editorial en Cuba hacia finales de los noventa ya había dejado de hacer Loquevenga y comienzo entonces a trabajar de Editor ejecutivo de la revista especializada Artecubano, auspiciada por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas. Fui en realidad su tercer editor, pues antes que yo estuvieron los reconocidos editores Pedro de la Hoz y Carina Pinosantos. Allí permanecí durante un período de tres años, y junto al equipo editorial nos dimos a la tarea de modificar un poco su matiz promocional, consolidar los temas y el rigor de los contenidos, y sobre todo trabajamos para asegurar la presencia del análisis y el pensamiento crítico. Varias iniciativas y concepciones editoriales que habían nacido en Loquevenga fueron trasladadas a Artecubano, potenciándolas con recursos de impresión más modernos y sofisticados. La revista se diseñaba en Cuba y se imprimía en otros países. Debo aclarar que Cuba, aún cuando cuenta con un grupo importante de imprentas desde hace algunos años, no ha alcanzado todavía un nivel de perfeccionamiento en los procedimientos de impresión vinculados al ámbito de la reproducción artística. La mayoría de nuestros libros y catálogos de calidad se continúan imprimiendo en el extranjero, y hay que sortear infinitos obstáculos para garantizar su importación a la Isla.
En el 2000 abandoné Artecubano y pasé a trabajar como asesor de arte de La gaceta de Cuba, publicación dedicada al arte y la literatura que pertenece a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y la que es reconocida por muchos como la revista más influyente y arriesgada dentro del universo intelectual. Es uno de los pocos espacios donde se práctica en Cuba el periodismo de rigor, oficio que a mi juicio está bastante deprimido en la prensa diaria, sobre todo aquel que se dedica a los asuntos culturales. La Gaceta de Cuba, como ninguna publicación, siempre se ha interesado por documentar y complicitar los acontecimientos llevados a cabo desde las artes plásticas cubanas, por muy complejos o delicados que sean desde el punto de vista social y político. Desde allí organizamos, durante la etapa 2000-2010, varios dossier temáticos dedicados a reflexionar sobre el arte contemporáneo y sus principales tendencias, al ejercicio de la curaduría, sobre prácticas desestimadas como el diseño gráfico y la arquitectura, sobre el influjo del mercado del arte y las estrategias instituciones frente a ese fenómeno, también sobre el rol de la mujer en el contexto de la creación visual, entre otros temas de interés…
Esa experiencia de transición entre Loquevenga, Artecubano y La Gaceta de Cuba no solo me hizo ganar conciencia sobre la necesidad y vigencia de determinadas perspectivas de análisis en torno a las artes plásticas de finales y principios de siglo, sobre el nivel de prioridad de sus indagaciones temáticas y perspectivas de enfoque, sino que me compulsó además a entrar en contacto -por necesidad lógica de cotejo o comparación- con el ámbito editorial de la región, a constatar que en muchos países de América Latina y el caribe esta situación de crisis vinculada a la difusión del análisis y el pensamiento artístico también era un fenómeno preocupante.
Las principales revistas internacionales que concentran desde hace tiempo sus perfiles en las artes plásticas de América y el Caribe lo hacen, en su gran mayoría, desde una perspectiva editorial más enfocada hacia la promoción, la reseña, el tratamiento noticioso, y la publicidad. Cada día dedican más páginas a este último cometido. En ellas no juega un rol protagónico el análisis enjundioso y pensamiento crítico en torno a los artistas, sus metodologías y los procesos que ellos acreditan dentro del contexto. Constituyen una especie de inventario de producción y puesta en escena en el que no se percibe un buen balance entre lo promocional y lo conceptual. Para algunos de nosotros constituye un verdadero misterio cómo es que se lleva a cabo la selección de los textos y los temas en algunas de esas publicaciones, y a veces es una verdadera odisea contactar con los principales redactores y mantener con ellos un vínculo permanente. Hace unos días conversaba con un joven crítico de arte que ha tenido oportunidades de colaborar con una de las revistas más importantes internacionalmente. Uno de sus últimos trabajos sirvió para complementar la obra de un joven artista al cual le dedicaron la portada del número. Al preguntarle cómo había logrado ese protagonismo, qué había hecho para alcanzar tal relevancia en la edición, me contestó que él no había tenido nada que ver ello, que eso era un asunto que había sido colegiado entre el galerista, la directora de la publicación y el artista. Puedo contar otra anécdota con condicionamientos similares: un director de una de las revistas del Caribe me envió un correo en el que halagaba mi trabajo como crítico y me proponía iniciar una colaboración con su publicación. Cuando envié el primer trabajo sobre un artista cubano que me interesaba para comenzar ese intercambio, él me respondió que no promovía de manera gratuita la obra de ningún creador, que el artista tenía que pagar su espacio en el número. O sea, el contenido hay que costarlo también, no solo la publicidad… Con estos dos ejemplos podemos arribar a la evidencia de un fenómeno que viene ocurriendo desde hace algún tiempo en nuestro ámbito artístico, que tiene que ver con un reordenamiento perjudicial de los vínculos y las prioridades dentro de los procesos editoriales. El colaborador histórico, natural de los medios especializados dentro de las artes plásticas, está perdiendo capacidad de conexión e intercambio con los redactores, y en nombre de sus intereses parecen estar “intercediendo” desde hace algún tiempo los galeristas, coleccionistas y artistas. Es una triada, una especie de cofradía de nuevo tipo, en la que no está invitado a participar el crítico y el curador. Los contenidos de las publicaciones más relevantes no siempre se establecen teniendo en cuenta la calidad del pensamiento que sostienen sus autores, la elocuencia, sagacidad o sutileza de los artificios literarios, la novedad de los enfoques o hipótesis, sino partiendo del valor especulativo de la figura o institución que los ampara o acredita. La iniciativa personal de colaboración, de entrega directa, está siendo sustituida por el encargo. Un encargo que coloca al crítico y curador en una posición intermediaria, y atenúa su función regente, decantadora. Esta noción del encargo también está condicionando el ejercicio del criterio en libros y catálogos de arte y en buena medida limita, constriñe la autonomía y libertad del pensamiento crítico. Nadie podría ser ajeno al hecho de que esta situación está condicionada esencialmente por los intereses de la industria cultural, por las necesidades de sostenimiento económico de las propias revistas de arte, condicionantes que pesan sobremanera en un universo económicamente devaluado como el actual.
Al referirse precisamente a ese cambio radical, a esa relegación del crítico de arte y el curador. Marek Bartelik, presidente de AICA, afirmó recientemente en La Habana durante un debate con críticos cubanos: El crítico de arte está obligado a reexaminar una vez más su papel frente a su auditorio o continuará siendo marginado. Durante largo tiempo la crítica de arte fue percibida como una forma de “conciencia privilegiada”, una percepción del arte que requería habilidades especiales y era de esperar que una sensibilidad artística. El viejo crítico de arte, fuese un profesional o un diletante, en una etapa realizó una función reguladora, introspectiva y de prohibición para la circulación y recepción del arte. Ese erudito ya ha sido ampliamente sustituido (…) La crítica de arte practicada por esos individuos que portan múltiples sombreros, se ha convertido en “una subdivisión de la industria del entretenimiento”. Fin de la cita.
Motivado por las carencias de espacios para defender el rol del crítico y sus ideas actuales, se me ocurrió crear un tabloide o revista impresa de carácter especializado sobre las artes plásticas de América y el Caribe… Con tan buena suerte, que al poco tiempo de comenzar a pensar en ello un amigo me puso en contacto con un empresario español radicado en La Habana que quería fundar una revista dedicada a las artes plásticas. Me entrevisté con él, o mejor dicho con su directora ejecutiva, le hice la propuesta del proyecto y la aceptó, armé el grupo editorial y comenzamos a trabajar en la materialización de la publicación, que se llamó Arte por Excelencias. Un proyecto que desde el mismo instante que surgió estuvo bajo la atención y el control de la Agencia Prensa Latina radicada en Cuba… En realidad a la revista quisimos ponerle otro nombre, le argumenté al dueño y director, con citas y comentarios teóricos, lo inoperante del término Excelencias dentro de la producción artística contemporánea, le propuse incluso una denominación más sintética: AXE, pero no aceptó. Como su grupo editorial se llama Excelencias Latinoamericanas, insistiendo en que se denominara Arte por Excelencias, y así sucedió. Durante los 11 números que trabajé junto a mi equipo, fuimos estableciendo de manera progresiva una red de contactos y colaboradores internacionales. Creo que este fue el logro más significativo de esa experiencia. En un primer nivel nos concentramos en la relación con especialistas cubanos con un prestigio como críticos y curadores de América y el Caribe, vinculados a Casa de las Américas y al Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, fundamentalmente, y luego esas relaciones se fueron ampliando a otras figuras y regiones, lo cual nos permitió contar con textos representativos de ámbitos artísticos como los de Chile, Venezuela, Paraguay, Santo Domingo, Puerto Rico, México, Panamá, Colombia, Nicaragua, Argentina, Brasil, Jamaica, Estados Unidos, entre otros…
Utilizamos varias estrategias para consolidar y promover el perfil reflexivo y crítico de la revista. En primer lugar, reactivamos los contactos con críticos y especialistas que habían tenido una presencia relevante en el ámbito del pensamiento crítico cubano e internacional, y que no son hoy día precisamente protagonistas en las publicaciones internacionales de gran alcance. Estructuramos la revista sobre la base de espacios fijos o secciones, las cuales dedicábamos a temas o acontecimientos de intereses, priorizamos en las portadas la difusión de obras emblemáticas de autores que han marcado pauta en la producción conceptual y que nos servían como pretexto simbólico de esa voluntad de rescate. Trabajamos por la recuperación de la caricatura de carácter social y político. Reforzamos la perspectiva histórica con una sección que titulamos “El archivero”, en la que revelamos conexiones, antecedentes, causas. Creamos una sección llamada “A cuenta y riesgo”, -extensión de lo que fue “Pensando en alto” en Artecubano- para ayudar a entender los procesos creativos, definir metodologías, exaltar valores, legitimar figuras, y contribuir a una perspectiva didáctica dentro del análisis.
En el 2011 decidí renunciar a la revista Arte por Excelencias porque llegamos a un punto álgido de confrontación, de antinomia, entre los intereses editoriales y los especulativos. Me acusaban en cierta medida de obstaculizar la inserción en la revista de otros artistas y obras más apegadas a criterios estéticos, hedonistas, y de marcados intereses comerciales, de no facilitar la negociación “solapada” de los textos con galeristas y artistas, de no querer bajar el tono de los ensayos y artículos en aras de ampliar la capacidad de convocatoria, (el dueño y director decía que hacíamos una revista muy densa), y por no estar dispuesto a someter a venta las portadas de nuestras ediciones. Hoy para mí constituye una verdadera incógnita, toda una curiosidad, saber cómo el nuevo grupo editorial se las agenciará para satisfacer todas esas exigencias pragmáticas y mantener el perfil con el que fue creada la publicación. Porque, según las notas editoriales de los dos últimos números, se afirma que continuaran persistiendo en ese perfil…
Con una concepción editorial mucho más madura, con un sistema de contactos en crecimiento y ajuste, decidí entonces lanzarme a la aventura de Artcrónica. Una revista independiente, sin vínculos institucionales, y sostenida con recursos propios. La estrategia era no perder el espacio que habíamos alcanzado a través de Arte por Excelencias, y sobre todo enriquecer las aspiraciones e intereses editoriales que nos motivaban. Me siguieron algunos fieles amigos que habían trabajado conmigo en Arte por Excelencias, con los que compartimos presupuestos éticos e intelectuales, como la editora y escritora cubana Charo Guerra y la diseñadora Yodanis Mayol. También se incorporaron el diseñador cubano Pepe Menéndez, el programador José Luis Prado, la traductora Olimpia Sigarroa, las relacionistas públicas Diana Consuegra y Belkis Martín, y la económica Nury Martín. Necesitamos una económica porque, aun cuando la ganancia o la rentabilidad no constituyen una finalidad en esta nueva empresa, sí estamos obligados a administrar al máximo los escasos recursos que logramos recaudar entre la publicidad de artistas y las contribuciones personales.
Desde nuestra primera aparición hemos aclarado que la revista Artcrónica está concebida para promover la reflexión y el pensamiento sobre las artes plásticas contemporáneas en las Américas y el Caribe y, en ese mismo sentido, presentar y legitimar obras y autores de la región. Queremos contribuir además a la difusión de nuevos proyectos, a la investigación sobre las causas y móviles que condicionan los procesos creativos en el área, y hacer registro de los valores individuales y colectivos que ellos generan.
El título Artcrónica remite por un lado a la intención de documentar con sistematicidad los procesos artísticos de la región, de contribuir al relato, a la historia sobre sus principales causas o efectos, y hacer registro de los valores individuales y colectivos que de él se derivan. En otro sentido infiere la creación de un medio destinado a la defensa, al resguardo, de un tipo de proyección artística y de perspectiva analítica, interpretativa, de fundamentos agudos, enraizados, crónicos
Aún cuando no tengo prejuicio para declararme partidario de la experiencia editorial impresa, y no pierdo las esperanzas de que algún día Artcrónica tenga también una versión en papel… Debo decir, con conocimiento de causa, que los espacios digitales, la internet, se nos presentan actualmente como el recurso de mayor accesibilidad, sentido funcional y moderación económica, para abogar por el rescate y la defensa del ejercicio analítico dentro del arte y la recolocación del pensamiento crítico. Bien instrumentado, puede contribuir a la amplificación de los contactos y el diálogo regional y a la captación de un mayor número de lectores. En nuestro caso particular, el de editores con pretensiones comunicacionales de carácter regional, que viven y trabajan en un país afectado económicamente como Cuba, donde el acceso a internet no es todo lo masivo que se debería, el esfuerzo es doble, y su prioridad está en aprender y asimilar a toda costa las bondades de los procesos y medios tecnológicos, en ajustar, desde la posición periférica en la que estamos, nuestros sistemas operacionales para conquistar nuevos soportes y lectores.
Para terminar permítanme nuevamente hacer una cita a la intervención de Marek Bartelik, presidente de AICA, en La Habana durante la Oncena Bienal. Reitero mis referencias a su pensamiento porque comparto muchas de sus valoraciones sobre la producción artística y sobre la situación que atraviesa la crítica de arte en estos tiempos de crisis. Les sugiero que entren al dominio de Artcrónica y lean su intervención completa que aparece en el número 2, que acabamos de lanzar… Marek afirmaba: La crítica de arte enfrenta el reto de nuevas formas de comunicación, pero condenar sencillamente a la tecnología moderna como destructiva para el pensamiento crítico es en sí mismo practicar una especie de pereza intelectual (…) Como han demostrado hechos recientes en diferentes partes del mundo (…) los medios sociales recientemente desarrollados pueden ser una vía efectiva para la movilización pública contra la dominación de los sistemas de poder imperantes, incluyendo el de la llamada “industria de la cultura”… A lo cual yo adicionaría: esos medios sociales también constituyen un recurso eficaz para la reactivación del pensamiento crítico y para la recuperación de espacios de concertación y diálogo, que habíamos conquistado ya hace algún tiempo, y que hoy parecen peligrosamente relegados.
David Mateo
Director Artcrónica
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